En plan nostálgico, he recuperado esta entrada que escribí a finales de 2009 en mi primer blog, ya desterrado y olvidado, y que ahora me sirve de banco de pruebas de blogger (veréis que está un poco desfigurado). Me ha parecido ligeramente inquietante que mi situación no haya variado demasiado desde entonces, aunque ahora mismo este texto me viene muy a cuento. Desde luego, me ayuda a convencerme más de que la vida es cíclica (aunque hay ciclos demasiado largos, sin duda). Me ha parecido bonito releerme después de tanto tiempo: parece que lo ha escrito otra persona (con la que podría llegar a identificarme), alguien muy inocente pero demasiado cansado para ser tan joven. A ver qué os parece.
En esta Sociedad del Bienestar en la que vivimos (habría que ver cómo es la del Malestar, uff), es fundamental, básico, completamente necesario saber hacia dónde se dirige uno, que planes tiene, que hará mañana, que pensará. Quien tiene total certidumbre sobre cómo será su vida mañana, pasado, el otro, dentro de un mes, de un año… supuestamente vive tranquilo. Efectivamente, aporta serenidad porque dejamos atrás la preocupación sobre el futuro, pudiéndonos centrar en el presente, en el ahora… ¿esto es así realmente? La gente suele quejarse de la monotonía, de que su vida es gris y aburrida, de que todos los días son burdas fotocopias de un primer día que pudo ser interesante. Cuando piensan en cambiar lo que les rodea (si es que se lo plantean y no se limitan sólo con autocompadecerse) les aterra precisamente el salirse del guión que ellos o alguien ya les había diseñado… ¿por qué? Por la incertidumbre del “qué será de mí mañana”. Que será de mí si decido cambiar esto o aquello, si dejo mi trabajo en tiempos de crisis, si busco otra persona con la que compartir mis –iguales- días, si me busco otro coche o si simplemente cambio de itinerario para ir a la panadería. Pero no, somos animales de costumbres y el cambio nos aterra.
Desde aquí quiero hacer ver (a mí, a ti, a alguien lo suficientemente aburrido como para leer esto…) que el futuro incierto no es tan malo. Podemos probar nuevas estrategias, ponernos a prueba a nosotros mismos, a nuestra capacidad de adaptación, atrevernos a plantarle cara a lo desconocido, buscar nuevos retos, nuevas sensaciones… es decir, tratar de cambiar, por el método de ensayo y error todo aquello que no nos gusta de nuestra vida. Me canso de decir que todos tenemos derecho a equivocarnos y a tener una sana rabieta de vez en cuando.
Las veces que me he lanzado al vacío he sentido miedo, esa maldita incertidumbre que me dice que me quede donde estoy… pero cuando he seguido adelante no me he arrepentido después. Me habré equivocado en muchas ocasiones, pero poco a poco la incertidumbre se fue transformando en objetivos claros, en metas cada vez más reales. No nos empeñemos en creer que debemos tener todo bajo control, esa es una falacia muy peligrosa. Aprendamos a lanzarnos al vacío de vez en cuando, si es que creemos que nuestra situación, nosotros mismos, podemos cambiar a mejor.
El camino de la incertidumbre suele ser solitario e incomprendido… Si quieres, dame la mano que yo te acompaño, así nuestros respectivos viajes serán mas gratos.
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