
El chico de la Ciudad B se mudó a la Gran Ciudad A por motivos de trabajo. Se trataba de algo normal, ya que la Gran Ciudad A ofertaba puestos de trabajo de sobra para toda la provincia de la que no era capital, pero si era Ciudad A, o mejor dicho, Gran Ciudad A.
El chico de la Ciudad B (a partir de ahora "Chico B") se relacionaba con mucha gente en su trabajo. Los trabajadores de la Gran Ciudad A eran altos y guapos por el mero hecho de haber nacido en la Gran Ciudad A. Tenía compañeros de otras ciudades (Ciudad B Norte, Ciudad B Este, Ciudad BB, e incluso de Ciudad C y Ciudad D -más pequeñas e insignificantes aún que su modesta Ciudad B-). Resultó que el Chico B pensaba que era cosa natural hacer amigos en el lugar de trabajo. El Chico B era joven e inexperto en aquella época, perdonémoselo, y decidió firmemente entablar relación con los ciudadanos A, B, C y D. Curiosamente, fue muy fácil hacerse amigo, o al menos, llevarse bien con los de las ciudades B, C y D, pero no así con los de la Gran Ciudad A. Estos eran esquivos, parecía que o bien te miraban por encima del hombro al observar tu estigma de neociudadano A o bien preferían centrarse en sus amigos de todas la vida, todos ellos dignos socios, digo, ciudadanos de la Gran Ciudad A.
Sin embargo, los ciudadanos de la Gran Ciudad A eran los que más requerían al Chico B para que les sacara las castañas del fuego. El Chico B ayudaba a todos, hacía favores, llevaba a cabo largas horas extras debido a que "no tenía una familia ni amigos a los que atender" en la Gran Ciudad A, no como los ciudadanos A, gente de bien con una vida social muy intensa. Recordemos que el Chico B era joven e inexperto, además de un gilipollas.
Tras dos años, un buen día, el Chico B se fue de su trabajo. La crisis afectó también a la Gran Ciudad A, lamentablemente. Por ello, el Chico B volvió a su pequeña Ciudad B, con su familia B, sus amigos de la infancia B y con su realidad y vida B. Todo era digno, pero era B. No pasaba nada, el Chico B se sentía feliz en casa. Inocentemente, trató de mantener los pocos vínculos amistosos con los compañeros de la Gran Ciudad A, pero fue inútil. Los ciudadanos A tenían una memoria bastante limitada en lo que se refería al afecto con los Ciudadanos B. "Te echaremos de menos" dijeron cuando se fue. Y él lo creyó, al fin y al cabo la gilipollez no se cura en dos años.
La vida dio mas vueltas, y el Chico B, un año después, más viejo pero igual de cándido, tuvo que volver a la Gran Ciudad A a proseguir con sus estudios. Y una vez más, trató de hacer amigos A, nuevos, brillantes, lustrosos. Incluso trató de localizar a sus antiguos compañeros-pseudoamigos A, pero sólo pudo reencontrarse con sus viejos conocidos B, C y D, que sí habían mantenido un leve B contacto B con él durante su estancia B en la Ciudad B. Los chicos y chicas A estaban muy ocupados con sus labores y relaciones A. El Chico B comenzó a percatarse de la situación, por lo que se sintió menos imbécil.

Sin embargo, como el Chico B era muy sociable, comenzó a relacionarse con gente A en su Máster. Esta gente A no tenía coche (ni A ni B), pero como el Chico B sí tenía se ofreció a llevar y traer a los chicos A a la facultad, que estaba en la Ciudad C. Sólo les pedía un dinero irrisorio para gasolina, algo que los ciudadanos A pagaron encantados, ya que les salía mucho más barato que el tren A.
Y el tiempo transcurrió feliz. Los chicos A solían tener problemas emocionales y de estado de ánimo. El Chico B, no se sabe por qué razón, era optimista, y se dedicaba a ayudar a los chicos A (siempre en los trayectos en su coche, ya que, por alguna extraña razón, no podían quedar nunca con él si no era para el máster). Si el Chico B se sentía mal, o bien se callaba o le callaban, ya que los temas académicos A eran más interesantes que los problemas B del Chico B.
Y llegaron las fiestas de la Gran Ciudad A, que se desarrollaban durante una semana A. El Chico B, una vez más, gilipollas como el solo, creyó a los chicos A cuando le dijeron "Tenemos que quedar para ir a las Fiestas A de la Gran Ciudad A". Pero los días iban pasando y los chicos A estaban demasiado ocupados con sus planes sociales A con otros amigos A de su infancia A en la Gran Ciudad A. El Chico B sólo se reunía con gente del máster A que provenía de otras ciudades B, C y D. Estos, a diferencia de los A, siempre estaban dispuestos a ver al Chico B, a escucharle, a hablar con él sobre cosas B como su vida B e inquietudes B, supongo que porque eran las mismas que las suyas.
Pero llegó un día en el que el Chico B se dio cuenta de todo y lo gritó al aire 2.0 (además de gilipollas, cobarde) y hubo gente A 2.0 que se dio por aludid-A. Y se rasgaron sus vestiduraAs y le recriminaron al Chico B el ser un insensible-B y un mentecato y un gaznápiro.
Y el Chico B pensó "me vais a comer todos la polla por turnos" "creo que tengo razón", y decidió desahogar un poco su frustración B escribiendo en su BBBBBBlogBBB. Y se dio cuenta, con tristeza, que por más que se empadronara en la Gran Ciudad A nunca podría ser uno de ellos, ya que no tenía "experiencia ciudadana A" ni opciones a conseguirla. Y se sintió infinitamente gilipollas por un momento, para luego peerse ruidosamente y gritar al aire: "¡Os lo BBBBBBrindo a BBBosotros BBBBichos AAAAAntipáticos!"