viernes, 15 de abril de 2011

¡Practicum! - La experiencia como profe de adultos

La clase con los padres ha sido toda una experiencia, no sólo por lo enriquecedor sino también por lo agotador. ¿Es posible que cinco adultos (cuatro madres y un padre) “den tanto trabajo” como 28 alumnos de 1º de ESO? Bueno, al menos creo que he llegado a dos conclusiones fundamentales:

1.    Los adultos se vuelven niños cuando están en clase. Se emocionan cuando algo les sale bien (por más sencillo que pueda parecer) y se enfadan si algo no les funciona (ya les advertí que la informática, como la conducción de un vehículo, saca lo peor de nosotros). Me he sorprendido dirigiéndome a ellos como si fuesen alumnos de 1º de ESO en más de una ocasión, a veces serio, a veces con mucha familiaridad… pero siempre con respeto y admiración por el esfuerzo que están realizando en aprender y mejorar.
2.    Les cuesta más esfuerzo aprender. Hay que ser más repetitivo, ya que no se quedan de manera tan inmediata con los conceptos como pudieran hacerlo los niños. Esto a veces desespera, aunque compensan esta carencia de habilidad con un entusiasmo desmedido.

La clase funcionó bastante bien, a pesar de su inicio accidentado por problemas informáticos (que parece que se acrecientan en el aula de informática, valga la redundancia) y el descanso “obligatorio” para desayunar en el que perdimos un valiosísimo cuarto de hora. Al menos, dio tiempo a hacer la mayor parte del ejercicio, de tal manera que estos alumnos tan especiales me dijeron que me mandarían sus creaciones a mi email, ya que se comprometían a terminarlo en casa (o más bien a empezarlos de nuevo, ya que ninguno se llevó el pendrive –ése desconocido-) con la ayuda de los tutoriales que les había facilitado.

Al final de la clase, me agradecieron con mucho cariño que les hubiera dado la clase. Se lamentaron de no tener más sesiones de GIMP, pero más lo lamento yo. Hasta ahora no me había planteado cómo sería dar clase a adultos, pero lo poco que he vivido en este campo me ha gustado mucho. Desde luego, ayuda a fortalecer la paciencia, pero también a conocerte a ti mismo. En general, tras las clases con niños y adolescentes, y en particular con esta, me siento que me he desarrollado mucho emocionalmente: me cuesta cada vez menos mostrarme cercano y cariñoso, y creo que es algo que los alumnos (y yo, claro) agradecen. No sé, me veo bonachón y me gusta. Parezco tonto y todo. Quiero ser padre, joder.

Ahora a volver al máster. No puedo decir que me alegre. En fin, espero volver a dar clases pronto, QUE ES LO QUE VERDADERAMENTE ME GUSTA, según he podido comprobar en este mes maravilloso.

Extraído y editado a partir del Cuaderno de Prácticas

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajaja, lo del pen ha estado muy bien. Bueno, próximo reto: dar clase a un grupo de presos. Un abrazo.


P.D: serías un padre estupendo.

Gary Rivera dijo...

jajaja que coincidencia! Justo hoy me dijo mi tio que le enseñe a manejar la computadora! y jajaja como mostrarle el mar a alguien por primera vez! me reia para mis adentros!

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