Al respecto, ya decía José Ingenieros en su "El hombre mediocre" (1913):
El hombre mediocre es incapaz de usar su imaginación para concebir ideales que le propongan un futuro por el cual luchar. De ahí que se vuelva sumiso a toda rutina, a los prejuicios, a las domesticidades y así se vuelva parte de un rebaño o colectividad, cuyas acciones o motivos no cuestiona, sino que sigue ciegamente. El mediocre es dócil, maleable, ignorante, un ser vegetativo, carente de personalidad, contrario a la perfección, solidario y cómplice de los intereses creados que lo hacen borrego del rebaño social. Vive según las conveniencias y no logra aprender a amar. En su vida acomodaticia se vuelve vil y escéptico, cobarde. Los mediocres no son genios, ni héroes ni santos.Y la mediocridad nos invade por todos nuestros poros. ¿Quién no ha escuchado, en el trabajo, cosas como "para lo que me pagan, ya es suficiente", "déjalo ya, si total", "no trabajes tanto, que el dinero se lo llevan los de arriba", "los niños son incapaces, no te alteres". Y ya, cuando te dicen: "corres el riesgo de quemarte, cuídate y resérvate, porque nadie valorará lo que haces, y la mayoría de las veces todo caerá en saco roto". Pueden ser consejos cargados de buena intención, no lo dudo. Pero el mensaje subyacente es: hazlo regular, sal del paso, no te impliques, no puedes cambiar las cosas, prolonga el que que todo se haga mal.
Un hombre mediocre no acepta ideas distintas a las que ya ha recibido por tradición (aquí se ve en parte la idea positivista de la época, el hombre como receptor y continuador de la herencia biológica), sin darse cuenta de que justamente las creencias son relativas a quien las cree, pudiendo existir hombres con ideas totalmente contrarias al mismo tiempo. A su vez, el hombre mediocre entra en una lucha contra el idealismo por envidia, intenta opacar desesperadamente toda acción noble, porque sabe que su existencia depende de que el idealista nunca sea reconocido y de que no se ponga por encima de sí.
Y si uno quiere ser puntual, hacer las cosas bien, no perder el tiempo en pamplinas, no ser conformista... es un bicho raro condenado a la extinción.
Pues bien, prefiero extinguirme a seguir contribuyendo a que toda esta mierda se prolongue en el tiempo.
3 comentarios:
Ay, criatura! Todo esto q comentas no son más q síntomas de una civilización en decadencia. Estamos como Roma en el Bajo Imperio: decadentes, indiferentes a todo, faltos de creatividad, grandes proyectos y recreándonos en la mediocridad en la que ha caído Occidente mientras los valores se relativizan y difuminan (no es q evolucionen, lo cual es sano, sino q pierden valor) y unos valores sin valor... pues éso!
Yo tampoco llevo nada bien la falta de puntualidad, sobre todo cuando es reiterada, porque como tu dices, demuestra la falta de respeto de la persona que lo hace. Un día te puede pasar porque todos somos humanos y podemos tener un problema, pero cuando es constante es ciertamente cansino. Y normalmente viene acompañado de una desidia, una falta de ganas por hacer algo, vaguería, pereza, etc.
Un beso
Pienso igual, soy muy tolerante con muchas cosas pero la impuntualidad no la soporto. Es una falta de respeto.
En michamba jejeje yo os torturo y a fuerza los he obligado a ser puntuales, predico con el ejemplo y poco a poco voy eliminando a los impuntuales jejejeje
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