miércoles, 7 de julio de 2010

El enamorado

Lo primero que he (re)leido con 27 años, y en voz alta:

Estabas en el teatro de verano, donde la noche y las estrellas era lo que sobre sus cabezas veían aquellas criaturas allí congregadas, anulando con un misterio más real, una vastedad más dramática, el acontecer trivial de la escena. Sentado entre los suyos, como tú entre los tuyos, no lejos de ti le descubriste, para suscitar con su presencia, desde el fondo de tu ser, esa atracción ineludible, gozosa y dolorosa, por la cual el hombre, identificado más que nunca consigo mismo, deja también de pertenecerse a sí mismo.
Un pudor extraño, defensa qeuizá de la personalidad a riesgo de enajenarse, tiraba hacia dentro de ti, mientras una simpatía instintiva tiraba hacia fuera de ti, hacia aquella criatura con la que no sabías cómo deseabas confundirte. Animada por los ojos oscuros, coronada por una lisa cabellera, qué encanto hallabas en aquella faz, irquiéndose sobre el cuello tal sobre un tallo, con presunción graciosa e inconsciente.
No fue esa la primera vez que te enamoraste, aunque sí fue acaso la primera en que el sentimiento, todavía sin nombre, urgió sobre tu consciencia. Luego tu sentimiento se olvidó, lejos la causa de él, como se olvida un despertar breve del amanecer cuando la luz apenas despunta y el cuerpo cae de nuevo en la ignorancia del sueño. Ni pensaste que podías no verle más, inapercibido qnte la premura del tiempo, tan temprano aún, que apenas si en la vida nos permite espacio para la ternura de que seríamos capaces.

Aquella noche prendió en ti sólo una chispa del fuego en el cual más tarde debías consumirte, para renacer igual que el fénix. Mas a su fulgor entreviste ya la hermosura del cuerpo juvenil, casi sin saber desearlo todavía, al que ninguna flor equivale en matiz, en contorno, en gracia, siendo además, o pareciendo, capaz de respuesta ante la admiración apasionada de un amante.

Otros podrán hablar de cómo se marchita y decae la hermosura corporal, pero tú sólo deseas recordar su esplendor primero, y no obstante la melancolía con que acaba, nunca quedará por ella oscurecido su momento. Algunos creyeron que la hermosura, por serlo, es eterna (Como dal fuoco il caldo, esser divino -Non può'l bell dall'eterno), y aun cuando no lo sea, tal en una corriente el remanso nutrido por idéntica agua fugitiva, ella y su contemplación son lo único que parece arrancarnos al tiempo durante un instante desmesurado.
"El Enamorado". Ocnos, Luis Cernuda.

Y no es que estuviese esperando con el libro en la mano (y con las gafas de pasta en la otra) hasta que el reloj diera la medianoche, sino que fue un regalo, un estupendo regalo de mis amigos Arquilo y Foncu, que me fue entregado escrupulosamente a esa hora. Aunque, evidentemente (por el nombre del blog, por circunstancias personales, etc) ya me había leido Ocnos, fue un grato reencuentro después de varios años. Además, esta edición es mucho más de bolsillo, además de ser una "exquisitez sibarítica" de 10.000 ejemplares, escrita en Bernhard Modern en cuerpo 11 e impresa a dos tintas sobre papel Rotoform de 60 gramos (este libro tan sensual debe disfrutarse también con el tacto, ains). Comer, leer, devorar... todo para mí es lo mismo, un festín de los sentidos con un puntito libidinoso. Bendita gula.

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