viernes, 17 de diciembre de 2010

¿Qué estoy haciendo ahora?

"No quiero salir de aquí" fue lo primero que pensé esta mañana (sobre las 7:00) en la cama. Hacía frío y pensar en que tenía que acudir al Inem a resolver papeleos me impidió disfrutar del remoloneo diurno en el colchón.

Mi intención era estar temprano en la oficina, para no desperdiciar toda la mañana en una cola. Me reservo mi derecho a desperdiciar la mañana a mi manera, y no en "estilo impositivo". Salir a la calle fue un duro golpe: instantáneamente me empezó a doler la nariz y el agujero que con tan mala fortuna me fui a hacer en la oreja (que anda regular de lo suyo, aunque mejorando, gracias) por culpa de los 4ºC. Mientras caminaba deprisa, me visualizaba esperando en la especie de plaza-parking en la que se encuentran las oficinas del Inem y SAE, muerto de frío y aburrido, autocompadeciéndome una vez más. Afortunadamente, pensé, llevo libros para leer, para hacer mi tiempo más entretenido y productivo (no era una novela lo que llevaba, sino un tratado de arte posmoderno). El hecho de llevar ese libro me hizo sentir un perroflauta torturado, teniendo en cuenta que además llevaba mis guantes sin dedos de "indigente chic" y un pañuelo "outsider". Quería llegar, pero temía hacerlo. Imaginaba la plaza oscura, helada, triste, pero era mi meta, era para lo que me  había levantado hoy.

Una vez en mi destino (fui el segundo en llegar, a las 8:00; la oficina abría a las 9:00) me di cuenta de que el frío mantiene a los parados en sus casas a no ser que lo que tengan que resolver en ese lugar sea de económica vital importancia. 

Me acomodé como pude y empecé a leer, esperando que el tiempo pasara rápido, fantaseando con mi cama (aunque la adivinaba vacía y congelada). Intentaba concentrarme, pero mis cuartos traseros se congelaban sobre el escalón, acompañando en su gemido tenue a mi nariz, dedos desprotegidos y agujero en el cartílago. 
Y, de repente, me di cuenta.

MAL. Lo estaba haciendo mal. Y mira que ya me había/n soltado esta cantinela antes. 

No estaba viviendo la situación presente. El presente intentaba llamar mi atención, congelándome, impidiéndome leer y pensar con claridad. El presente era el frío, la plaza, la espera, la oficina con funcionarios dentro que temían la que se les avecinaba. Desde que me había levantado, todo lo que había hecho era visualizar este momento, vivirlo antes de que llegara. No disfruté del desayuno, ni de la cama, ni del amanecer (que fue precioso, de esos con nubes desgarradas y cielo rosa, propio de una novela novecentista), ni del paseo, ni de nada. No viví el presente, el ahora, y eso era lo que pretendía repetir mientras esperaba a que la oficina abriera. Y mira que la teoría me la sé

Entonces guardé el libro, me puse de pie y miré a mi alrededor. Vi a gente triste, a gente impaciente, a gente que miraba al suelo, a gente que miraba la puerta, a gente que se comía las uñas. Me vi a mi mismo, en la puerta: parecía un gorila de seguridad, con mi chaquetón de nieve negro, botas y guantes y cara de circunstancias. Empezaron a aparecer más personas, que no sé si eran "nuevas" o si llevaban allí más tiempo formando parte del paisaje de siluetas tristonas que me rodeaba. Y aparecieron multitud de niños con gorros hasta las cejas y niñas con faldas escocesas y lazos en las coletas, que eran urgidos por sus madres vestidas de marca (con esas ropas que son caras pero que no lo parecen, no sé si me explico, pero que todos sabemos que son caras). Y vi a más vecinos de los pisos que rodeaban la plaza y temí resultarles vulgar, en la cola del paro, pasando frio... pero no importaba nada, porque ellos no vieron a nadie, a fuerza de costumbre o de no querer ver.

Y oí que alguien me trató de usted. Y una señora me pidió la vez. Y una máquina de aire acondicionado empezó a gotear sobre alguien que gritó. Hice un comentario y alguien lo secundó. Y otra persona rió, y uno que escuchaba su mp3 me miró impasible pero sin verme.

Por un momento me asaltó la idea de que vivir el presente implica salirse de la escena y observarlo todo desde fuera. Te ves a ti mismo viviendo el presente, rodeado de gente que quizás no lo viva, como tú hace unos minutos escasos. Eso me hizo sentir que estaba y no estaba acompañado a la vez. Estaba y no estaba allí. ¿El frío coloca? Sentí lo que deben sentir aquellos que se dan cuenta de que están siendo víctimas de una broma por parte de un programa de televisión y grita "vale, sé que esto es una broma, ¿dónde está la cámara?". Lo vulgar, lo ordinario, lo corriente... quizás no lo valoremos lo suficiente pero tiene una belleza rara.

Me encantaría cerrar este post con una frase lapidaria que invite a la reflexión, pero no soy escritor. Sólo podría invitaros a que os preguntéis:

"¿Qué estoy haciendo ahora?"

2 comentarios:

DavidBorrallo dijo...

Pues yo ahora mismo me acabo de sentar el ordenador, he estado viendo el Google Reader y me he encontrado esto.

Vengo de tener una tarde muy agradable, un día agradable, y aunque nadie me ha pretendido sexualmente ni sentimentalmente, como en tantas otras ocasiones, ha seguido siendo un día agradable.

He estado repasando la contabilidad, viendo como iban las cuentas de la empresa, y he observado que tenía un agujero de pago a un proveedor. He abonado la cantidad esta misma noche.

Tras esto, he estado pensando en el mundo, en la extraña belleza que tiene lo caótico, la incertidumbre, y la soledad. He estado pensando en todos los pasos que doy al día para lograr que gente inconexa me exijan: dinero, rendimientos, o atenciones.

Todo este cúmulo de deudas a veces intangibles que voy acumulando tienen un valor mucho más negativo que el económico, porque las deudas intangibles se pagan con mi tiempo, con mi esfuerzo mental, y tienen un poco que ver con la pérdida de mi dignidad en pro de el supuesto honor que representa mi nombre.

He estado enumerando en la cabeza toda la gente de la que realmente me he enamorado "hasta las trancas", y a día de hoy, sólo me sirve para ver que ninguna de esas tres personas está hoy conmigo.

He estado pensando en mi futuro, en mi empresa, en mi porvenir, en mi suerte personal, en mis actitudes vitales, y he hecho inventario de todos y cada uno de mis logros personales, de esos que he conseguido sin ayuda de nadie.

He estado pensando en los desprecios, en todas las horas de mi vida que he pasado llorando, pensando, maldiciendo, y en definitiva, perdiendo el tiempo en algo que nadie me agradecerá ni compadececerá.

He estado pensando en que el derecho a pataleta es muy relativo, porque es un derecho que uno proclama pero que nadie respeta, y he estado analizando la situación futura del país.

Tras todo esto, he estado pensando en las veces que me he reido hoy, en los momentos que he dedicado de mis 24 horas que se han extinguido y que no volveré a recuperar, ¿he hecho algo bueno con ellas? ¿he ayudado a alguien?

Al final, lo que hago ahora es lo que hago siempre, intento que todas mis acciones personales desemboquen en una buena acción o algún buen momento para alguien, y con esa belleza extraña que envuelve una habitación oscura donde reposa un muerto en vida, he estado alegrándome por cada cosa que he hecho en el día de hoy, y al final, lo puedo resumir, en que hoy, estoy haciendo lo que quiero.

Anónimo dijo...

Pues me coges en blanco, últimamente tengo la cabeza en otra parte, por ahí tiene que andar... en cuanto la recupere te podré contestar. Un abrazo.

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