domingo, 22 de agosto de 2010

Fase 5: Cubiertas

Domingo por LATA rde, advierto que estoy melancólicointenso y difuso.

¿Qué sería de una casa sin tejado, sin cubierta? Algo que proteja el interior de las inclemencias del clima, de los ataques exteriores, algo que nos defienda de la inmensa vastedad que a veces supone el cielo. Un cielo que en una noche de verano puede ser hermoso, pero que se vuelve aterrador en un diluvio invernal.

Es necesario construir barreras. Pero la cubierta creo que puede ser la más importante. Un edificio sin techo no es un edificio propiamente dicho, puede ser una escultura, un armazón, una ruina… ¿Pero una casa? ¿Un hogar? La Arquitectura surgió, dicen, cuando alguien trenzó ramas jóvenes para hacerse una cubierta que le protegiese de la lluvia.

Mi tejado hace poco empezó a desplomarse, esa fue la principal razón de esta reforma. Cuando una casa es abandonada, lo primero de lo que se encarga el tiempo es de derribarle su cubierta, es decir, de roerle su caparazón para poder acceder al interior y acabar con él.

Cuánta divagación, ¿verdad? Es eso, divago, no pretendo ir de cultureta ni nada por el estilo, esta vez no.
Pero como todas las defensas, mi cubierta tampoco esta vez será impenetrable porque no se trata de un búnker, si no de una casa normal y corriente, sin ínfulas, sin pretender ser el “castillo inexpugnable” del cuento. No, porque tampoco pretendo protegerme de todo, darle la espalda al mundo, al que pertenezco quiera o no. Por eso este tejado tendrá que tener alguna ventana, lucernario o lo que sea, para que también entre el aire y pueda ver las estrellas en esas noches de verano en las que poco más hay que hacer si uno no tiene ganas de ver telebasura y está cansado de leer. El exterior, el cielo, a veces nos regala cosas bonitas que merecen la pena. Otras veces simplemente tormentas o calmas engañosas, espejismos.

Este blog puede que antes tuviese una cubierta inestable porque quizás quería que así fuera. No entraré en detalles. Su hermano mayor, El Lazo de Moebius, comenzó siendo una especie de cueva con pocas aperturas, alejado de todo lo que no fuese el interior, él/yo mismo. Es hora de intentar lograr un equilibrio o dejar que el techo se nos caiga encima, cielo incluido.

Lo advertí.

2 comentarios:

DavidBorrallo dijo...

recuerdo la primera vez que quedé a tomarme un café contigo, que te insinuastes y me propusistes conocernos mejor, aprovechándote de que teníamos amigos comunes y con un oscuro fin, pretendiste meterme cosas. Que impío fusites mientras no te bastó ni una ni dos veces. Asustado me quedé y me escondía bajo pseudónimos de poeta escandinavo para seguirte la pista,renegando de ti a cuatro voces en dolby surround. Me hiciste tanto daño, me dolió tanto aquello, que fíjate, ya nos vamos de mojitos juntos!

Anónimo dijo...

No te preocupes, mientras no te caiga una bellota en la cabeza como al pollito de la fábula y no haya una zorra cerca todo irá bien.

saludos.

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